Este miércoles comienza el periodo de Cuaresma para la comunidad católica, un tiempo de oración, reflexión, penitencia y abstinencia común entre todos los católicos pero que puede variar según el país y su Conferencia Episcopal. El tiempo de Cuaresma nos traslada a los cuarenta días durante los que Jesucristo, impulsado por el Espíritu, se retiró al desierto después de haber sido ser bautizado por Juan.
La soledad y reflexión a la que invita la Cuaresma no significa aislamiento sino una mayor intimidad con el Padre dedicada a la oración; un diálogo filial con el Padre, tal y como recuerda el papa Francisco en su Mensaje para la Cuaresma de este año: "En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura".
La Cuaresma da comienzo el Miércoles de Ceniza y finaliza con la Misa Vespertina en la Cena del Señor del Jueves Santo. Este período es especialmente apropiado para la realización de ejercicios espirituales, celebraciones litúrgicas penitenciales, peregrinaciones como signo de arrepentimiento, renuncias voluntarias como el ayuno y la limosna, y la solidaridad cristiana a través de las obras de caridad y misiones.
Camino al arrepentimiento
La cuestión central a lo largo de estas próximas semanas es la conversión o el arrepentimiento, el proceso de reflexión sobre uno mismo, y la eliminación del pecado de nuestras vidas. Como medio para conseguir esa conversión, se recurre a tres prácticas: la oración, el ayuno y la limosna, según Mateo 6,1-18.
En cuanto a la oración, se pide un aumento en las oraciones con el fin de buscar, con insistencia el rostro del Señor, y para dejarnos escrutar por su Palabra y por su Espíritu, para que así el feligrés pueda ver donde hay tinieblas a fin de evitarlo. Bien vivida, el tiempo de Cuaresma prepara a cualquier creyente para esa profunda conversión personal de cara a una de las fiestas más importantes: el Domingo de Resurrección.
En los relativo al ayuno, la Conferencia Episcopal señala que "todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por la ley divina a hacer penitencia". Para la Iglesia son días y tiempo penitencial todos los viernes del año y el tiempo de Cuaresma. Mientras que la abstinencia de carne y derivados puede ser sustuida por otro acto de penitencia a lo largo del año, durante la Cuaresma este acto es obligatorio. Durante el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, el ayuno sí deberá respetarse.
La ley de abstinencia obliga a todos aquellos que hayan cumplido los catorce años, mientras que la ley del ayuno, a todos los mayores de edad hasta los 60 años, edad tras la cual están exentos. El ayuno que ha de guardarse durante el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo se traduce en una sola comida al día, pero no se prohíbe tomar algo de alimento en la mañana, o en la noche, siempre y cuando se guarden las costumbres en cuanto a la cantidad y calidad de los alimentos.
Por último, con el ejercicio de la limosna el practicante queda más cerca de la reconciliación con Dios a través de la entrega generosa con el prójimo. Con estos actos, el practicante aprende a vencer el egoísmo y la complacencia en un estilo de vida holgado y cómodo, aprendiendo a vivir con sencillez y pobreza, a fin de descubrir cuántio dependemos de la bondad de Dios.
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