Opinión

¡Viva la Guardia Civil!

A todos les han declarado la guerra Sánchez y sus esbirros

  • Dos agentes de la Guardia Civil -

Durante el verano, hace algunos años, iba con buenos amigos a Zahara de los Atunes. Sobre todo a comer. Bueno, además, nos entregábamos a largas caminatas por la playa. Todo muy bonito y agradable si descontamos el viento que suele ser insoportable en aquellos parajes.  En Zahara de los Atunes el agua está muy fría para un caribeño como yo, pero, a veces, a poca distancia de la orilla, encontraba lagunas de agua tibia obra y gracia del sol y la marea baja. Y me metía en ellas desnudo, y, sin mucho esfuerzo, conseguía sentirme como en las aguas del Caribe. Qué días gloriosos aquellos.

 

Pero los energéticos y hasta las bellas mujeres semidesnudas que veíamos tendidas al sol, eran secundarios. No es que no las apreciáramos, claro que lo hacíamos. Pero nosotros habíamos ido a comer. Como en esa zona de España, no se come en ningún otro sitio. Qué plenitud, qué consciencia de estar vivos, qué risas, qué ambiental alegría la del Sur y cuántas cosas rutilantes que meternos en la boca. En esos días pasábamos a otra dimensión, que era, sospecho, la de la tan llevada y traída felicidad. No es que fuéramos felices un momento u otro, es que habitábamos la felicidad. Que es algo muy diferente.

 

Nos quedábamos en el Hotel Antonio, a dos pasos del mar y de ahí hacíamos incursiones al Campero (el mejor atún del mundo) y conducíamos hasta el puerto de Santa María a cumplir con el propósito tutelar del viaje: ir a Aponiente, más que un restaurante, un templo. Me siento incapaz de hacer justicia con palabras a la apoteosis de vida que nos brindaba el maestro Ángel León.

 

A mí el asunto me parece extremadamente sencillo: si estoy en algún lugar y la policía me dice, aquí no se puede estar por este o aquel motivo, o incluso sin darme explicación alguna, me largo del lugar. A la policía hay que obedecerla, obviamente

 

Cierta tarde, regresando de Aponiente, cantábamos a gritos el Buana Buana King Kong de Paco de Lucía, cuando nos cruzamos con un coche de la Guardia Civil; fue verlo y sacar medio cuerpo por las ventanillas y ponernos a gritar ¡Viva la Guardia Civil! ¡Viva la Guardia Civil! Qué bien nos sentimos rindiendo homenaje a estos guardianes de la democracia, el orden y la Constitución española.

 

Nunca he entendido los problemas de la juventud de este país con la policía. Supongo que es algo derivado del culogordismo español y del adoctrinamiento progre generalizado.  No he tenido jamás problemas con la policía de los países democráticos en los que he vivido. Con la policía de la dictadura cubana, sí, porque un policía cubano, diga lo que diga Padura, no es un policía, es un esbirro. A mí el asunto me parece extremadamente sencillo: si estoy en algún lugar y la policía me dice, aquí no se puede estar por este o aquel motivo, o incluso sin darme explicación alguna, me largo del lugar. A la policía hay que obedecerla, obviamente.

 

Ahora bien, si rompo un cajero, rompo el escaparate de una tienda o incendio el mobiliario urbano, qué se espera que haga la policía. En lo que a mí concierne, impedírmelo. ¿No? Es muy sencillo. No hay ninguna razón válida para romper el escaparate de una tienda, destruir un cajero automático o quemar contenedores de basura cuando se vive en democracia. Ninguna.   

 

No soy optimista respecto a que la corrupción y la revelación de las tácticas mafiosas socialistas hagan caer al Gobierno. Los modos neocomunistas del sanchismo tienen las de ganar en una sociedad anestesiada y culogordista como la española

 

Recordé Zahara de los Atunes y nuestro gozoso y agradecido grito de ¡Viva la Guardia Civil!, leyendo las noticias sobre la guerra mafiosa declarada por el sanchismo contra la UCO y su comandante Balas, a cargo de las investigaciones que sobre la corrupción, el puterío, y las prácticas mafiosas del PSOE, lleva a cabo este departamento policial. La porqueriza socialista apesta cada vez más, pero no soy optimista respecto a que la corrupción y la revelación de las tácticas mafiosas socialistas hagan caer al Gobierno. Los modos neocomunistas del sanchismo tienen las de ganar en una sociedad anestesiada y culogordista como la española.

 

La cultura del esfuerzo

 

Lo único que se interpone ya entre la dictadura neocomunista que busca imponer Sánchez, es un grupo de jueces, la Guardia Civil y la Policía Nacional. Y a todos les ha declarado la guerra el Capo Sánchez y sus esbirros. Con las policías patrióticas regionales catalana yo no contaría, sólo hay que recordar la complicidad de las llamadas fuerzas del orden catalanas con los golpistas durante la conjura separatista en 2017. Y con el Pueblo parece que tampoco se puede contar, demasiado adoctrinamiento “progresista” en el sistema educativo, demasiada compra de votos mediante ayudas y subvenciones, demasiada red parasitaria sindicalista, y a esto hay que sumar el éxito de políticas que durante décadas han desalentado la cultura del esfuerzo y financiado generosamente la vagancia oficialista y funcionarial y dado prioridad absoluta a la fabricación de una sociedad basada en el “derechismo” (no de derecha, sino de derechos) y en el colectivismo.

 

Lo primero que hace un régimen autoritario en ciernes es demonizar y perseguir al individuo que es su enemigo natural y suplantarlo por la división  (qué daño hizo Aznar y el PP a España al acabar con el Servicio Militar a pedido de los separatistas catalanes y vascos, para quienes eliminar ese importantísimo elemento unificador de lo español resultaba fundamental) entre revolucionarios y contrarrevolucionarios, que en España vendría a ser entre progresistas y fascistas. El panorama es desolador.           

 

Pero, que el final de este artículo no lo dicte el pesimismo, terminemos con un grito de esperanza: ¡Viva la Guardia Civil!

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