Opinión

El único que no sabe que va a dimitir es Mazón

No tiene el apoyo de la calle. Tampoco el de Feijóo

  • Carlos Mazón, todavía presidente -

Sucedió de esta manera. Era viernes, exactamente 13 de febrero. Y era uno de esos días maravillosos con los que el invierno nos estaba engañando, había sol y poco viento y la nariz notaba sin dificultad los aromas a lavanda y salvia. En Jávea abundan jornadas así, pero esta era muy especial porque tenía todo lo que en su día Sorolla tuvo que ver, y sentir, para pintar su famoso cuadro El balandrito. Para mayor felicidad, en un día tan estupendo, y después de un paseo por el Arenal javiense, decidí ir a comer a uno de los grandes restaurantes de la zona. Uno de esos que sólo recomiendo a mis mejores amigos, porque siempre tiene uno el temor de que termine lleno e imposible para el disfrute por culpa de tanta recomendación. Son muchos los lugares de esta zona que, a base de likes y estrellitas, han terminado en manos de tipos que utilizan la palabra y el móvil como si fuera un Colt Peacemaker, siempre dispuestos a disparar. 

Como tengo a los lectores como amigos, porque amigo es el que con paciencia lee lo que torpemente uno va escribiendo, les diré que el restaurante en cuestión se llama Ca Aleix, sin duda uno de los mejores de la zona -quizá el mejor- situado entre Jávea y Benitachel. Los días de sol y primavera si el cliente decide comer en la terraza creerá que está dentro de una película que fue rodada en la Toscana. La misma luz, los mismos olores que llegan suavemente después de traspasar pinos, olivos, buganvillas, hibiscus, jazmines, romeros y aves del paraíso. 

¿Qué hace aqui este hombre?

A la hora de la comanda dudé entre un arroz con pulpo y trompetas de la muerte o el maravillosamente simple arroz a banda. Pedí este último, y esperé su llegada con unas zamburiñas con foie. Con este panorama nada podía interrumpir el momento de felicidad. Estaba rodeado de gente educada que comía en mesas convenientemente separadas y hablaba en voz baja, otro milagro de la moderna industria hostelera. Así fue hasta que escuché ruido de voces y frases entrecortadas. Llegaron al comedor ocho, diez personas. Estábamos todo en los postres, pero ellos llegaron los últimos y, acostumbrados a ser anunciados cada vez que van a los sitios y en vista de que eso no ocurría, se hicieron notar. Era el presidente de la Comunidad Valenciana Carlos Mazón acompañado por un grupo de hombres y mujeres que a partir de ese momento no dejaron de hablar y de reír alguna que otra gracia que salía de la boca del presidente. No pude escuchar lo que decían, aunque lo intenté. Frases sueltas, nombres de personas y lugares y poco más. Y risas, de vez en cuando risas. Para confirmar que se trataba de Mazón pregunté a una persona del servicio: Sí, me contestó con indolencia, es él. Enseguida pensé que podía estar ocurriendo en su cabeza lo misma que en la mía:  Pero,  ¿qué hace aquí este hombre? ¿De qué se ríen? ¿Por qué hablan tan alto?

No le niego al todavía presidente su derecho a salir y comer dónde quiera y con quien quiera. Sólo escribo mi extrañeza. La extrañeza de que se haga notar de esta manera

La verdad es que los comensales siguieron a lo suyo, como si los últimos en llegar a destiempo al restaurante fueran un grupo de gente maleducada que se hacía notar incluso para decidir si comían carne, pescado o arroz. Enseguida pensé que se equivocaban. Que tal y como estaban las cosas, Mazón debería pedir a los suyos un poco de discreción después de 224 muertos y desaparecidos tras la Dana del pasado 29 de octubre. Entiéndanme, no le niego al todavía presidente su derecho a salir y comer dónde quiera y con quien quiera. Sólo escribo mi extrañeza. La extrañeza de que se haga notar de esta manera. Y por supuesto la extrañeza de que se vaya a Jávea acompañado de una troupe que le ríe las gracias, pero que no tendrían valor para hacerlo en cualquier sitio de la zona cero. Hay cosas que se pueden y deben hacer mejor cuando la desgracia ha sido tan enorme. Haga lo que haga, a Mazón el recuerdo de 224 muertos y tres desaparecidos le va a acompañar toda su vida. ¿Se puede seguir así? ¿Por qué se quiere tan poco a sí mismo el presisente valenciano?

Mazón ha de ser el único que no sabe que va a dimitir. No tiene el apoyo de la calle. Tampoco el de Feijóo, que no sabe cómo echarlo sin que los daños colaterales terminen en su persona. Quizá no quiera saber que entre los suyos es muy difícil encontrar a alguien que no piense que este hombre es un lastre. Ha perdido la oportunidad de dimitir en su momento. Su marcha, dimisión, cese o destitución no será honorable. Será recordado como un hombre que no estuvo a la altura, que no dijo la verdad y que se hizo un lío con las horas y los minutos cuando le faltóvergüenza torera. A Mazón, alguien de su gabinete que le quiera bien, debería dejarle encima de su mesa de trabajo los versos inmaculados de Antonio Machado: La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés.

El mismo final de siempre

La historia de los políticos señalados por la prensa y la calle tras cometer graves errores termina siempre igual. En el Pp hay algunos casos de tipos que se enrocaron y proclamaban su inocencia allí donde iban, pero el final fue siempre el mismo: la dimisión. Matas, Soria, Camps, Fabra, Mato…Habrá quien piense que la única verdad que tiene valor es la judicial. Puede ser, pero esa llega tarde siempre. Y pudiera ser que tan poco le sea favorable. Le sucede como a Pedro Sánchez, su capacidad para convencer, argumentar y conciliar está agotada. Es difícil encontrar a alguien que tenga tan poco respeto por su partido y por su persona. Tan poca consideración por la verdad y el dolor de las víctimas. Y como en otros casos sucede como en el epigrama de Tao Te Ching: El que sabe calla; el que habla no sabe.

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