Una de las principales falacias que se han dicho a propósito del ilustrativo intercambio de WhatsApps entre Sánchez y su cómplice Ábalos es que nadie aguantaría que se mostrasen públicamente sus mensajes. Me van a permitir ustedes que discrepe. Incluso me atrevo a asegurar aquí que muchos s de la aplicación podrían poner su historial de whatsapps a disposición del público sin causarles más que una imperiosa necesidad de cerrar los ojos por una somnolencia sobrevenida e irresistible. Las personas normales no tienen a su disposición un hombre para todo que le haga los trabajos sucios. Usan WhatsApp para cotillear, estar al corriente de las novedades de la familia, ar con el fontanero, o mandarse memes o chascarrillos, poco más. Por lo general, un aburrimiento incluso para los que forman parte de la conversación.
Mientras que Ábalos, que en esos días ya estaba inmerso en sus negocios sucios de mascarillas y sus devaneos con sobrinas de catálogo, tenía que bregar con la parte oscura del poder
Pero este chat de Sánchez y su ordenanza no es lo normal, como tampoco lo son ellos. En realidad, lo que más sorprende de la lectura, necesaria pero bochornosa por su bajeza, es lo previsible que es. Sánchez se muestra exactamente como te imaginas que un personaje autoritario e iracundo se desenvuelve entre bambalinas. Que si este petardo, que si aquel impresentable, que si el otro deje de tocar los cojones, que si hay que seguir marcando. Y llama la atención la desenvoltura con la que se quita de encima los malos tragos y ordena a Ábalos que sea él el que coja el teléfono y muerda metafóricamente a los presidentes díscolos. En un mensaje de Lambán reenviado por el bien mandado a su jefe, este le dice que ha tenido un encuentro muy agradable con Sánchez y que a ver si es que Ábalos va a ser más papista que el Papa. Y es que el presidente ordena pero no se moja personalmente, para él quedan las sonrisas y la facilidad de los encuentros en Palacio, mientras que Ábalos, que en esos días ya estaba inmerso en sus negocios sucios de mascarillas y sus devaneos con sobrinas de catálogo, tenía que bregar con la parte oscura del poder.
Hablando de Ábalos, es curiosa esa docilidad en alguien que iba en esos años de sobrado por la vida. Y resulta patético lo fácil que le resulta a Sánchez recuperar para sí la lealtad del peón de brega herido después de cuatro meses de silencio tras el despido sin explicaciones, como quien se quita una mosca de encima. No le cuesta nada, como a esas mujeres fatales que apartan de un manotazo al irador pagafantas sabiendo que cuando quieran les basta un solo mimo para recuperarlo. Al principio, Ábalos se limita a dar las gracias, con la actitud pasiva-agresiva del que está dolido pero al mismo tiempo agradece el mensaje aparentemente cariñoso del causante de sus males. Pronto vuelven el peloteo y el ofrecimiento para lo que haga falta. Y es que hay costumbres, hay relaciones tóxicas, de las que resulta muy difícil salir, pero que te definen y te degradan inexorablemente.
El olvido digital no existe, y menos cuando el custodio de los mensajes es un tipo como Koldo, el conductor de aquel coche en el que los integrantes del chat planearon su asalto al poder
Para degradación, no puede llegarse mucho más lejos que Sånchez cuando en un mensaje le dice a Ábalos que los presidentes discrepantes, esos hipócritas, petardos e impresentables que se posicionan en contrar del pacto con Bildu, no se dan cuenta de que ese acuerdo con los filoetarras no es un fracaso sino una gran victoria. Es muy difícil leerlo sin sentir un escalofrío. Ni yo ni ustedes tratamos en nuestra vida normal con gente tan desposeída de valores morales, con ese desprecio olímpico hacia las víctimas y sus familias que vuelve a abrir sus heridas con la sal de la humillación.
Dos personajes secundarios llaman también la atención en el penoso intercambio entre Sánchez y Ábalos. Por una lado la forma despectiva con la que se refiere a una mujer, Susana Díaz, “la otra, estará jodida”, a la que no otorga ni el mínimo respeto de la ira que reserva para Page, Vara o Lambán. Y por el otro, el voluntarioso ofrecimiento de un espontáneo, el ex ciudadanos Alexis Marí, para interceder ante Junts en nombre del gobierno. Penoso.
Sánchez salió del grupo hace tiempo con su habilidad de superviviente, pero el olvido digital no existe, y menos cuando el custodio de los mensajes es un tipo como Koldo, el conductor de aquel coche en el que los integrantes del chat planearon su asalto al poder. Cuando no era necesario escribir nada, cuando estaban tan cerca que, a poco que se esforzaran, podían escucharse los pensamientos uno a otro.
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