Política

Sánchez subsiste acorralado por la corrupción un año después de 'reflexionar' sobre su continuidad en Moncloa

El presidente puso al país y a su partido en vilo durante cinco días. En este tiempo se ha victimizado para defenderse de los escándalos que le rodean

Dentro de una semana se cumplirá un año de la carta más famosa que ha escrito nunca Pedro Sánchez. El 24 de abril de 2024, a las 19:09, el presidente del Gobierno se dirigió a los ciudadanos a través de las redes sociales para dejarlos en vilo tras la apertura de diligencias previas a su mujer, Begoña Gómez. Sánchez dijo que se retiraba a reflexionar durante cinco días si le merecía la pena seguir al frente del Gobierno. Canceló su agenda y se encerró en Moncloa.

El líder socialista, un especialista en golpes de efecto, logró su objetivo. No solo consiguió que la conversación pública girara solo en torno a su renuncia, sino que plantó la semilla de una campaña de victimización que, 365 días después, ha germinado en todo su esplendor. El presidente puso a su familia en el foco mediático y público  y pregonó que la investigación que se abrió a su esposa en el juzgado de instrucción número 41 de Madrid era parte de una estrategia de acoso y derribo de la ultraderecha política, mediática y judicial.

La causa se inició el 16 de abril de 2024 tras una denuncia del sindicato ultra Manos Limpias y ha evolucionado hasta abarcar cinco presuntos delitos: tráfico de influencias, corrupción en los negocios, malversación de fondos públicos, apropiación indebida e intrusismo profesional. Pero todo, que investiga el juez Juan Carlos Peinado, es pura invención, según el aparato de persuasión de Moncloa. Todo es un no caso pese a que el juez apuntó a ella por las cartas de apoyo que redactó al empresario Juan Carlos Barrabés, quien impulsó uno de los másteres que ella misma codirigía y al que la Universidad Complutense terminó dando carpetazo.

En verdad, Pedro Sánchez no hubiera publicado esa misiva si no hubiera estallado dos meses antes el caso Koldo. Esta trama corrupta fue la que abrió la caja de Pandora. Desde entonces, todos los males se han propagado por Moncloa. La red de cobro de mordidas en la compra de mascarillas, con epicentro en el Ministerio de Transportes, está detrás de casi todo. De Koldo García —exasesor de José Luis Ábalos en el ministerio— se saltó a Begoña Gómez, porque la mujer del presidente mantuvo varias reuniones con uno de los implicados en la trama, el empresario Víctor de Aldama, y el CEO de Globalia, Javier Hidalgo, poco antes de que el Ejecutivo aprobara el rescate de la aerolínea Air Europa.

El rescate de la aerolínea es otro de los asuntos que el tiempo no puede soterrar, porque genera muchas dudas toda vez que la UCO otorga a Víctor de Aldama un papel en las conversaciones para salvar la compañía. Sánchez ha evitado responder si ha mantenido algún encuentro con Aldama. Pese a que la Audiencia Provincial de Madrid ya explicitó al juez Juan Carlos Peinado que se limite a investigar las conexiones de Begoña Gómez con el también empresario Juan Carlos Barrabés y la Universidad Complutense, aquellas citas de Aldama con Begoña Gómez sirvieron para poner el foco en su actividad profesional.

Sánchez vive su peor momento desde que llegó a Moncloa hace casi siete años. El presidente del Gobierno prosigue su huida pese a los obstáculos, cada vez mayores, que se le ponen en un camino de incierto final. Pero por difícil que lo tenga, por mucho que la ética de la asunción de responsabilidades le demande volver a reflexionar sobre su dimisión —como le pide la oposición—, está obcecado y dispuesto a agotar la legislatura por mucho que la situación sea insostenible.

El núcleo duro del líder socialista carga con dureza contra el juez, al que acusa indirectamente de prevaricar y de dirigir una causa política. Pero hay más, porque el PSOE también está asediado por la trama Koldo; por un caso que afecta al hermano del presidente y por otro que apunta directamente a la Moncloa en una filtración ilegal procedente de la Fiscalía General del Estado para aniquilar a una rival política.

La sensación dentro del PSOE es que “van a por ellos”. Sánchez se ha encargado durante todo este año de dejárselo muy claro a todos los socialistas. Figuras relevantes del partido explican que toca guardar toda discrepancia interna en el cajón, porque ahora solo hay una cosa que hacer: defender al partido y a su líder del acoso ultra, en el que meten a jueces y medios de comunicación.

En cualquier caso, la tensión en Moncloa es evidente. No se detecta por las declaraciones públicas de sus más destacados, sino más bien por su exagerada reacción de tranquilidad. Ninguno, empezando por el presidente Sánchez, da un ápice de credibilidad a todo lo que contó el comisionista de la trama Koldo, el empresario Víctor de Aldama, ante el juez. Pero el líder socialista ite la mancha de la corrupción que, asegura, cortó de raíz en cuanto tuvo constancia de ella. El partido y el Gobierno descargan en Ábalos. Pero no están dispuestos a asumir más “muertos”.

Tanto Sánchez como el PSOE llevan meses replicando que actuaron con celeridad cuando tuvieron conocimiento de la trama y esta saltó a los medios. Por eso, iniciaron el proceso de expulsión del exministro José Luis Ábalos, tras negarse a entregar el acta de diputado. El Tribunal Supremo investiga formalmente al exministro de Transportes por su “papel principal” en la red que campó a sus anchas en su ministerio para sacar provecho personal de la compra de mascarillas durante lo peor de la pandemia. Sobre Ábalos penden los delitos de organización criminal, tráfico de influencias y cohecho.

El Gobierno, en definitiva, está en crisis. Nadie dentro pone la mano en el fuego por su excompañero —es más, le han tirado a los leones—, y lo que está por llegar puede ser una bomba aún mayor, de consecuencias todavía más impredecibles. Sánchez pidió pruebas a Aldama tras sus “insinuaciones”. Y este le replicó que las tendrá. ¿Se verán este año? En el Ejecutivo dicen no creer que Aldama tenga material incriminatorio.

Nadie entendió la salida de Ábalos de Moncloa. Fue una inexplicable sorpresa para la mayoría de socialistas. Pero ahora que su nombre se maneja en la Audiencia Nacional como protagonista necesario de la trama liderada por el empresario Víctor de Aldama, cabe preguntarse si el presidente del Gobierno era conocedor o no del vendaval que se desató en el Ministerio de Transportes y si fue ese o no el motivo por el que cesó a su extodopoderoso hombre de confianza, en un intento de cerrar una ventana que ha abierto otra vez más un nuevo demoledor informe de la UCO sobre la primera mancha de corrupción de la era Sánchez.

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