Cultura

¿Cuándo nace la nación política en España? Dos catedráticos de Historia Contemporánea contestan

El consenso historiográfico sitúa este surgimiento en el siglo XIX, donde nació un sujeto político que conformará las futuras naciones-estado

La evolución de términos como el de “nación” es un reflejo de los cambios sociales a lo largo de la historia. Por ejemplo, en el Imperio romano este vocablo aludía a las generaciones que compartían una misma lengua, es decir, no poseía un significado político como lo tiene en la actualidad. El debate sobre cuándo ambos conceptos confluyen en uno solo creando la “nación política” ha suscitado un gran interés en los últimos años. El consenso historiográfico sitúa este surgimiento en el siglo XIX, donde nació un sujeto político que conformará las futuras naciones-estado. Previamente, podría incluir un matiz cultural, geográfico, histórico, étnico, imperial o literario, pero todo esto cambió con la Revolución sa, que adentró a Europa en lo comúnmente aceptado como período contemporáneo, dando por finalizada la etapa moderna del continente.

El catedrático de Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco, Txema Portillo, resalta que “el siglo XIX es el gran olvidado de la historia de España”, ya que para explicar qué somos es imprescindible comprender este período. En su misma línea continúa su colega de profesión por la Universidad de México, Tomás Pérez Vejo, quien asegura que “nosotros somos hijos del siglo XIX”.  En su opinión, el siglo anterior ya ha sido perdido, “los valores y conceptos cambian completamente”. El nuevo mundo que se está gestando comienza a mirarse desde otro prisma. Los proyectos precedentes se examinan en clave de dinastías, cuyos objetivos consistían en extenderse por todo el planeta para crear un gobierno universal.

Ambos historiadores coinciden en que, anteriormente, los Reyes Católicos fueron los creadores de la Monarquía Católica, un proyecto que califican de exitoso, pero que no es otra cosa que una confederación de reinos. Pérez Vejo rescata que “Isabel y Fernando no pensaron en cambiar las leyes de sus reinos. Estos monarcas no fundan la nación española, sino algo más importante en la historia universal como es la Monarquía Católica”. Según Txema Portillo, gracias a ese principio agregador de reinos esta Monarquía fue tan gigantesca, pero “esto es diametralmente opuesto a lo que es una nación. Un imperio nunca es una nación. Más allá de que compartan monarca y religión”.

En 1789, tras la irrupción de la Revolución sa, Pérez Vejo piensa que “se inventan las naciones, ya que, sin esta, no existen los estados políticos legítimos”. Por lo que, solo aquellos países que consiguieron crear una nación política a su medida sobrevivieron. El autor de España Imaginada: Historia de la invención de una nación (GUTENBERG, 2015) trae ejemplos de naciones que podrían haberse configurado como un estado independiente, pero no fueron capaces: en el plano europeo trae a colación el Reino de las Dos Sicilias, que finalmente acabó siendo parte de la nación italiana; o en el ámbito americano, el virreinato de Nueva Granada, que acabó disolviéndose en diferentes estados. 

Constitución de Cádiz

La historiografía considera que el tránsito de una visión imperial a una nacional se produce en España con la Constitución de Cádiz de 1812. En palabras de Pérez Vejo: “es la primera vez que se hace en nombre de la nación española, como base de la legitimidad del estado”. En lo que concuerda Txema Portillo, que adhiere a la explicación que esta nación “es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios, que es libre e independiente, y, por tanto, puede actuar políticamente”. Aunque, el autor de Una historia atlántica de los orígenes de la nación y el Estado (ALIANZA, 2022), matiza que en las próximas constituciones “este concepto aparece y desaparece”. 

“Los americanos no se sintieron colonias, sino parte de una Monarquía”

Tomás Pérez Vejo, catedrático del siglo XIX por la Universidad de México

En la charla mantenida por sendos catedráticos en el canal de YouTube “Trincheras Ocultas”, se añade al debate que, con la invasión napoleónica, se creó una situación de perplejidad, porque el pueblo sintió que el rey se marchó voluntariamente. El cambio de mentalidad en esta centuria se expone con el sentimiento de la nación española con respecto a los virreinatos de América, cuyas independencias se atribuyen a una pérdida de la monarquía, sin embargo, con el desastre de 1898, el desmoronamiento se asocia al pueblo español. 

En conclusión, para Txema Portillo, “Cádiz fue un laboratorio de ideas políticas”. Este planteamiento no surge de nuevas con este experimento constitucional gaditano, sino que hubo un proceso. Para entenderlo mejor, Pérez Vejo piensa que es necesario comprender el cambio de dinastía, que se vuelve más española y americana que antes, porque dependerá mucho más de sus recursos. Los Habsburgo tenían un concepto más europeo de sus dominios, mientras que los Borbones mirarán más hacia el otro lado del océano. Desde el punto de vista cultural, los territorios quedaron más hispanizados, siendo el castellano el idioma para comunicarse en los diferentes Consejos. Para Portillo, un buen ejemplo es cómo la saga borbónica creará en España la Real Academia de la Lengua, la de Bellas Artes o la de Historia. Este profesor tiene claro que “todo esto son instituciones nacionalizadoras”.

El vínculo con América

Durante este debate, los dos historiadores convergen en la idea de que en el pasado se creó un único Consejo y derecho de Indias para toda América, como si fuera una sola república. Por ello, sus habitantes sintieron que tenían las mismas condiciones que los peninsulares. A causa de esto, Pérez Vejo asegura que “no se sintieron colonias, sino parte de una Monarquía”. Aunque, tras las cortes de Cádiz, Txema Portillo analiza que, en la construcción de la nación española, los americanos “son sistemáticamente excluidos provocando una incomodidad con la percepción peninsular”. La conclusión a la que llega es que “la independencia americana se produce a su pesar y viene producida por la actitud de los liberales a la hora de no incluir a los americanos en la Junta Central en igual proporción que los peninsulares”. En el ámbito literario de la época tendrá más cabida Portugal, que el continente americano. 


En un futuro, el escritor Rafael Altamira se dará cuenta del error de no mirar hacia Hispanoamérica. Este famoso humanista realizará una gira de conferencias en el centenario de las independencias en lo que se convertirá en un auténtico fenómeno cultural. Pérez Vejo asegura que “cuando salió no le despidió nadie, pero a su vuelta le llegó a recibir hasta el rey”. Altamira volvió a rescatar la diferencia entre la nación política y la cultural, considerando que España es “la madre patria” de América ocasionando un nuevo reencuentro. Este intelectual murió exiliado en México, aunque su deseo en vida fue el de enterrarse en el cementerio de Campello (Alicante), donde, gracias a la labor de historiadores como Txema Portillo, descansa desde hace unas semanas en honor a su memoria.

 

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